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Una conmovedora historia que recuerda los inicios de la colosal construcción

diario sud | 4.10.13 | 0 comentarios




SUMAMPA, Quebrachos © Don Telésforo Escobar (hijo) radicado en Villa Carlos Paz, provincia de Córdoba, es hijo de aquel hombre que trabajó en la construcción de la basílica en honor a nuestra Madre del Consuelo, y a través de una carta brinda su versión de lo sucedido. Villa Carlos Paz. 04 de Julio de 2005: “Lo que recordamos de aquel tiempo en Sumampa, fue a mediados de mayo de 1939, que fuimos a Sumampa. Mi padre contratado por el ingeniero Jesús Buteler comenzó a trabajar en la iglesia de Sumampa Viejo. Lo que iba a ser la iglesia nueva. Lo primero que hizo mi padre fue limpiar y cercar una vertiente de agua que había cerca de la casa, de esta vertiente tomaban agua todas las vacas, caballos y animales de la zona; por lo tanto era un guadal.
Al limpiarla mi padre, los pocos habitantes de la zona se le vinieron encima, porque decían que esa vertiente se iba a secar, por suerte no pasó nada y pudimos tomar agua limpia. Mi padre se llamaba Telésforo Escobar, como yo. 
El llevó los albañiles de Córdoba y los peones los consiguió de la zona, que nosotros no les entendíamos nada porque hablaban quechua. La casa en la que vivíamos era de varias habitaciones en un lote cuadrado de 50 x 50 metros y tenía todo alrededor habitaciones y al medio un patio grande, en un costado de la casa pasaba un camino, que todo el día recorrían carros con leña que iban a Sumampa nuevo y lo llevaban al ferrocarril. 
Los domingos venían con la familia de monte adentro los hacheros con un carrito tirado por una mula, sin baranda , el hombre parado manejaba, la señora sentada en un banquito, los chicos con los pies sueltos hacia el piso ... al anochecer cuando volvían, la mujer manejaba y el esposo acostado en el carrito. Mi hermana Lidia que tenía 8 años y yo, con 9, íbamos a la Escuela de Sumampa Nuevo caminando, Lidia a 1º grado, yo a 2º. Al costado de la casa había un negocio que vendía víveres, pan, azúcar, vino, yerba etc. 
Sacábamos la mercadería con libreta que se pagaba a fin de quincena y a los peones o sea los indígenas, mi padre tenía que firmarle un vale para que puedan comprar algo, no se les pagaba en efectivo como a otros. Para Semana Santa venía mucha gente al lugar, algunos hacían una especie de quiosco, con cuatro palos y un techo, luego vendían artesanías, comidas, bebidas etc. Con mi hermana traíamos agua de la vertiente que estaba cerca en unos baldes, la gente nos pedía y nos daba la propina. 
Un día cuando veníamos de la escuela tenían atontada una ampalagua de 3 metros de largo, yo les pedí que me la dieran y así fue, con el cinto del delantal y la lleve a casa me sacaron una foto, que la tenemos. La llevábamos tirando un rato cada uno porque era muy pesada. A un costado de la casa que daba al monte había vizcacherales, y estas hacían cuevas que salían debajo de la cama, así que cada tanto teníamos que correrlas a alpargatazos. Lidia y yo, para diciembre del 39 hicimos la Primera Comunión en la iglesia de la Virgen, tenemos fotos. 
El 3 de abril de 1940 nació mi hermano Juan Carlos. La iglesia que se estaba construyendo tenía las paredes de afuera como de metro de ancho y las interiores de 60 centímetros de ancho y, trabajaban 15 obreros y para hacer las paredes fuertes, tres albañiles de cada lado, había unos picapedreros que a punta y maza le daban forma a las piedras que iban a ser los escalones de la entrada principal. Cuando el edificio tenía una altura aproximada de 5 metros, mi padre pidió a las autoridades de la construcción, que se les pagara a todos los obreros de igual manera, es decir en pesos efectivos y que cada uno pudiera hacer lo que quiera con su sueldo, hubo problemas, terminó la sociedad y tuvimos que volvernos a Córdoba. 
En el año 1970 o sea 30 años después, yo tenía un auto Renault y llevé a mis padres, mi esposa y un hijo para Semana Santa a Sumampa, llegamos el día del silencio, o sea silencio total, nadie hablaba. La construcción estaba como la dejó mi padre, yo preguntaba por que no se siguió la obra y nadie me contestaba, hasta que una mujer de unos treinta años me dijo que, “la obra no se siguió porque a medida que se construía, se iban cayendo las paredes, porque la Virgen que estaba en la Iglesia no quería mudarse a la nueva”. Allí estuvimos un año mi padre Telésforo, mi madre Pergamina, mi hermano Federico, mis hermanas Lidia y Luisa, y el último que nació allá, Juan Carlos. Yo también Teleésforo como mi padre, que ahora tengo 74 años. Es todo, no encontramos ningún documento o papel de mi padre en donde mi hermana Lidia tiene guardado, no recordamos bien las fechas y algunos nombres”.

Telésforo Escobar (h), Carlos Paz, Córdoba.

(*) Gentileza: Archivo de Cartas, Mauricio Villarroel.

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